jueves, 21 de octubre de 2010

UN RATITO A PIE Y OTRO ANDANDO

Por: Jorge Carbonell (Arquitecto y Planificador Urbano)

A aquéllos que sólo caminan la ciudad una vez cada cuatro años ...


El Viejo San Juan, por sus características físicas —tanto geográficas como arquitectónicas—, su hetereogenidad de usos, su herencia y actividad cultural se convierte en destino obligatorio de cualquier visitante extranjero y lugar preferido de todos los puertorriqueños.

Aunque el centro histórico ha experimentado cambios significativos en lo que respecta a su población y a su actividad como ciudad a través de su historia, su trama urbana se ha mantenido constante durante los últimos siglos. Desde su fundación en 1521, su crecimiento y vida diaria por casi cuatrocientos años transcurrió sin la presencia de vehículos motorizados.

La llegada del automóvil a principios del siglo 20 y sus negativas consecuencias han motivado la realización de inumerables estudios dirigidos a evaluar y recomendar soluciones relacionadas al tránsito vehicular en el área histórica.

Todas las evaluaciones realizadas hasta el momento, sin excepción, parten del automóvil; flujo, estacionamientos —capacidad y ubicación—, dirección del tránsito, velocidad, origen y destino. Ninguna de ellas ha estado orientada a la movilidad o al peatón, ni considera a los pasajeros y/o conductores de los vehículos contabilizados como peatones que son una vez dejan el automóvil. Aún con estas limitaciones, todas las investigaciones-estudios de los pasados cuarenta años concluyen en la viabilidad y deseabilidad de controlar el tránsito vehicular dentro del centro histórico y en promover a su vez el movimiento peatonal.

En respuesta a estos señalamientos, junto a la presión ejercida por los residentes, visitantes y algunos comerciantes desde principios de la década de 1980, se han realizado distintos intentos para implantar, en forma temporera-experimental algunos, y otros en forma permanente, sectores o tramos de calles para uso predominantemente peatonal. Desgraciadamente, casi ninguna de estas iniciativas ha tenido éxito. Siempre se han encontrado, o buscado, las excusas para posponer la decisión de mejorar la calidad de vida en nuestra antigua ciudad.

Se dan en la ciudad murada una serie de condiciones que la convierten en la envidia de cualquier otro centro urbano que desee reestablecer una jerarquía de movilidad basada en el peatón y en el rescate de sus espacios públicos. Además de las caracteríticas y atractivos ya mencionados, se deben señalar las siguientes:

Estacionamientos existentes y en construcción ubicados en la periferia del casco, donde sus usuarios son todos peatones una vez estacionan su automóvil.

La existencia de terminales de cada uno de los modos que componen el sistema de transporte colectivo (terrestre y lacustre) de la zona metropolitana, donde todos sus usuarios son peatones en la vieja ciudad.

La localización de muelles de turismo en su borde sur con la Bahía y la llegada a través de éstos, de cientos de miles de turistas (léase peatones).

Un sistema interno de transporte colectivo gratuito, que pierde su efectividad al tener que competir con el resto del tránsito vehicular.

Un número considerable de estudiantes y de empleados gubernamentales, de la banca y del comercio en general que se encuentran cautivos dentro del casco durante la mayor parte del día, todos ellos peatones en sus quehaceres dentro de la ciudad.

Una comunidad de residentes activa, con potencial de crecimiento, especialmente en el centro y sur de la ciudad, que, como conocen su ciudad, caminan por ella para hacer sus gestiones diarias.

Un activo sector comercial, de servicios y cultural que atrae a un significativo número de visitantes-clientes que hacen sus compras y gestiones, por supuesto, a pie.

Estas características serían razones suficientes para considerar un control absoluto del tránsito vehicular en la antigua ciudad.

Claro está, eso no se logrará mientras, entre otras cosas, ciertos sectores —aquellos que sólo caminan una vez cada cuatro años— pidan y/o exijan a la ciudadanía a lo que ellos no están dispuestos: Que la ciudadanía se estacione en la periferia y utilice el transporte colectivo. Mientras, ellos se reserven espacios de estacionamiento frente a las puertas de sus oficinas y designen calles enteras para el almacenamiento de sus vehículos.

Hace exactamente doce años (1 de setiembre de 1993) publiqué este texto en el San Juan Star, en un artículo titulado MAKE WAY FOR PEDESTRIANS:Traffic control plans in Old City must consider foot traffic first. La mayoría de los aspectos ahí señalados son aún pertinentes y por lo tanto aprovecho esta oportunidad para releerlo y utilizarlo como punto de referencia. Un punto de referencia de frustración. Una frustración compartida con toda la comunidad sanjuanera —residentes, comerciantes, empleados y visitantes—.

La comunidad sanjuanera, la que se sufre (y disfruta) la vida ciudadana, en uno de los pocos ejemplos de conglomerado urbano en la Isla, tienen que reiteradamentre repetirse ante las administraciones municipales que periódicamente van y vienen.

Centro urbano peatonal

He residido en la antigua ciudad por veinte años (1979-1999) y mantengo mi estudio profesional en ella hasta el día de hoy. Estos ventiseis años de vida ciudadana_sanjuanera me parcializa en lo que respecta al tema que se nos presenta para opinar. Entiendo que San Juan —ciudad murada— siempre ha sido, es y será un centro urbano peatonal. Por lo tanto, cualquier iniciativa que promueva el control del tránsito vehicular por sus calles tendrá, como siempre lo ha tenido, mi apoyo y colaboración.

Hubo un precedente, un esfuerzo concertado (municipio + comerciantes + residentes) a principios de la década de 1980 para establecer una jerarquía distinta en lo que se refería a la movilidad en el Viejo San Juan. Se comenzó a implantar una política pública de minimizar el tránsito rodado dentro del casco con específicas acciones. Se definieron y comenzaron a construir estacionamientos vehiculares en la periferia del casco, particularmente en el área sur. Se viabilizó y se estableció un sistema de transporte colectivo gratuito conectando los estacionamientos, muelles y terminales de autobuses de la periferia con el centro de la ciudad. Los estacionamientos en las calles se definieron como de corto plazo, regulados por parquímetros. Se definieron áreas y horarios de estacionamiento para residentes bonafide, como también horarios particulares para carga y descarga. Y, se controló la circulación vehicular dentro de la trama urbana centenaria a distintas intensidades y horarios. En pocas palabras, se trató de organizar y mejorar la accesibilidad y movilidad en el centro histórico, para todos sus usuarios.

De ese esfuerzo colectivo, surgió el San Juan Peatonal —de corta existencia— y el sistema de transporte colectivo interno, aún existente. El San Juan Peatonal de hace veinte años, pecó de querer ser un mall peatonal. Creó el ambiente y los controles en las dos calles comerciales principales, San Francisco y Fortaleza, a costa de las otras áreas donde aumentó el tránsito, y su natural incapacidad de absorberlo. El llamado trolley, con sus posteriores y continuas mutaciones para peor, sigue ofreciendo un deficiente transporte colectivo. Una deficiencia, atribuible a tener que competir con el hipertrofiado tránsito vehicular de la ciudad, con unos vehículos fuera de escala con su ámbito urbano.

Con la frecuente ida y venida, de administraciones encontradas, distraídas con ámbitos más extensos y complejos, la continuidad de propósitos se interrumpe para este pequeño centro urbano.

Para marzo del corriente año, la actual administración municipal anunció un nuevo plan de control del tránsito vehicular en el Viejo San Juan, señalando como estandarte el rescate y conservación del patrimonio histórico. Las intenciones del plan de tránsito que se ofreció en marzo y que ha ido transformándose (y creo que mejorando) hasta el día de hoy, retoma el esfuerzo de hace veinte años. Aunque el rescate y conservación de la comunidad sanjuanera es mucho más compleja, que un plan de tránsito vial exclusivamente.

Las preocupaciones sobre la vitalidad, o rescate y conservación, de la comunidad sanjuanera siguen sobre el tapete.

La homogenización de su comercio y su población residente, son temas paralelos que debaten la diversidad y por ende su fortalecimiento. Los programas de ayuda o subsidio a la vivienda, que durante los últimos veinte años ayudaron a mantener cierta hetereogenidad económica y social en su población, han caducado y su impacto ya se deja sentir. No se está gestando ninguna iniciativa gubernamental que contemple este hecho.

El tema de la elitización (gentrification) de la población residente es un fenómeno-proceso resultante de las iniciativas gubernamentales para la revitalización de áreas urbanas. En San Juan, este proceso se inició a mitad del siglo pasado con su designación como centro histórico, y la implantación de exenciones contributivas para fomentar la restauración y rehabilitación de su legado construido.

Durante este mismo último medio siglo, la disminución y segmentación de la población residente, el desarrollo de un frente marítimo turístico y la suburbanización de la isla_continente, ha transformado, y sigue transformando la oferta comercial de la ciudad.

Estos procesos_consecuencias son también fundamentales al plantearnos el rescate del patrimonio sanjuanero, e inciden y enriquecen el tema que nos ocupa.



Movilidad+Accesibilidad

Se debe respaldar el principio de limitar el flujo indiscriminado de vehiculos dentro de la ciudad. La movilidad en la ciudad es mucho más —y casi lo opuesto— a la cantidad de automóviles que puedan accesar o no al centro histórico. Innumerables ejemplos, donde se le ha dado prioridad al transporte colectivo y al movimiento peatonal, controlando el acceso del automóvil, reafirman esto. La memorable Gran Regata (1992), los anuales días de Reyes y fiestas de San Sebastián, y las inauguraciones cuatrienales de Gobernadore(a)s, y Alcaldes(as), son algunos de estos ejemplos, donde miles de ciudadanos han disfrutado de un San Juan amigable al peatón. Muchos miles más, de los que normalmente acceden al casco.

En todos estos ejemplos, las autoridades responsables han tenido y tienen que considerar más la movilidad de los ciudadanos que el flujo vehicular. Han tenido también, que trabajar en coordinación entre ellos. El ámbito de actuación ha sido más allá del casco y han considerado la Isleta y áreas fuera de ésta para organizar la accesibilidad a la ciudad. Los distintos medios de transporte público que sirven a la Isleta, autobuses y lanchas, han ofrecido cierta regularidad. Ha habido cierta promoción de información relevante... ¿Por qué estas excepciones no son la regla?

El impacto del automóvil en un centro histórico-urbano como San Juan es motivo añadido de preocupación. Quizás es nuestra colectiva psiquis suburbana la que no nos permite visualizar al Viejo San Juan sin el automóvil. Nos da temor pensar quizás que el casco se verá vacío sin el eterno tapón de autos, de su ocupación de más del cincuenta por ciento del espacio de sus calles, quizás... Se ha entregado el patrimonio al automóvil, hasta el campo santo de la Catedral de San Juan ha sido tomado.

Se debe considerar la calidad de vida no sólo de sus residentes, sino de todos sus visitantes y usuarios. Actualmente el ciudadano(a) tiene que caminar en fila india por sus angostas aceras, con los carritos de bebé a la altura de los tubos de escape, soportando la contaminación visual, ambiental, de ruido, de calor de los automóviles que accesan buscando un estacionamientro que nunca (o muy raras veces) van a encontrar.

Existen, muchos otros precedentes y ejemplos —cada vez más— en otras partes del mundo que demuestran las posibilidades de un San Juan con una jerarquización de su tránsito vehicular y un rescate de sus espacios públicos. Existe una excelente página en el web llamada carfree.com. También, se debe mirar hacia dentro, a nosotros mismos, y evaluar los logros y errores que sobre esta materia se han realizado en el casco histórico. Ahora, esta mirada no puede seguir deteniendo una toma de acción firme y consecuente, ponderada ya por más de cuarenta años.


JORGE CARBONELL ANTONIO es graduado en Planificación Urbana y Regional de la Universidad de la Florida (1977) y en Arquitectura de la Universidad de Puerto Rico (1975). Ha trabajado como consultor de diversos temas urbanos, en y fuera de Puerto Rico. Es miembro fundador (1986) del Centro de Investigaciones CARIMAR. Ha publicado varios libros y artículos sobre temas relacionados. Tambien, ha participado en la gestión de todas las exhibiciones y publicaciones realizadas por CARIMAR, entre las que se distiguen: el MUSEO DE LA HISTORIA DE PONCE (1992), la EXHIBICIÓN PERMANENTE DE LA HISTORIA URBANA DE LA CIUDAD CAPITAL, en el Museo de San Juan (2000), y la publicación de PUERTO RICO URBANO, ÁTLAS HISTÓRICO DE LA CIUDAD PUERTORRIQUEÑA (2004).

El escrito fue publicado en la revista ENTORNO [#01_2005] del CAAPPR

Todos los derechos reservados 2010

2 comentarios:

  1. Ver vacía la antigua ciudad, es decir, verla sin vehículos de motor o con la mínima cantidad, es decir, verla con gentes, tiene que ser además del sueño de cualquier artista en un sentido estético, el sueño de cualquiera que aspire a un ambiente menos contaminado por ruidos y todo tipo de emisiones de contaminantes.

    Tanto que se han preocupado en la campaña en contra de los cigarrillos y no se ocupan de cómo el ambiente, sobre todo repleto de vehículos de motor, les contamina hasta el alma. Eso por no decir los pulmones que pude ver mientras practicaba disección en la facultad de Medicina en los años setenta.

    Pulmones de negro azabache contaminados primordialmente por el particulado que se desprende de las gomas de los automóviles.

    Jaime J. Altieri

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  2. Los felicito por este blog y vayamos adelante todos en el apoyo a personas como ustedes por un verdadero rescate del Viejo San Juan que todos queremos.
    Margarita Espinosa.
    oradellpr@aol.com

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